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Cuentos tradicionales y abuso infantil

A lo largo de la historia los mismos historiadores han contado sesgadamente el papel de los hombres en la perpetuación de los valores de la violencia, y enaltecieron una falsa noción de maternidad avalando las diversas formas de la educación a través del maltrato.



El problema con esta falsa narración de los hechos, es que nos han educado desde la más tierna infancia a partir de ellos. Nos enseñaron que es normal utilizar un lenguaje sexista que promueve los valores de exclusión; es por eso que en todos los textos aún se escribe la palabra hombre para decir también mujer y mucha gente se resiste a un lenguaje incluyente de lo femenino.

Para avalar los golpes en la educación formal, en casa y en la escuela, se repetía con orgullo la frase "la buena letra con sangre entra". Así también, se calificaron como valiosos instrumentos educativos las historias de terror que siembran en niñas y niños miedo a la vida, desconfianza, racismo, sexismo, antropofagia y violencia normalizada.

Les llamamos bellos cuentos infantiles y olvidamos que los creadores de dichas historias de terror y doble moral son producto de una época en que, para enseñar a la infancia, había que aterrorizarla con amenazas del coco, el viejo del costal, la bruja y la llorona infanticida, cuentos en que la venta de las hijas y su posesión sexual se normaliza.

Todo el tiempo reproducimos valores contradictorios que envían señales equívocas a niñas y niños. Valores que, como en una espiral sin fin, se reproducen en la vida adulta a menos que se comprenda lo que se hace y la sociedad elija detener el proceso de fortalecimiento de valores discriminatorios y dañinos.

Minimizamos la importancia de los contenidos simbólicos de estas historias infantiles, pero en realidad logran preparar a niñas y niños para concebir la vida con una palmaria inexactitud sobre los preceptos humanos del bien y el mal.

Nos dan una falsa versión la capacidad irreal de los padres para salvar a sus criaturas de perversidad y la crueldad; se atreven incluso a hacer creer a una pequeña que su padre puede revivir a un ser amado que ha sido deglutido por la malevolencia (el lobo) que ronda los bosques de la vida.

Los finales felices se fueron afinando en el siglo XX, casi todos los originales son más crueles y sanguinarios. Pero las moralejas dejan a las criaturas profundamente confundidas, sobretodo porque no es cierto que las cosas malas le sucedan a la gente mala o traviesa.

No es de extrañar que la mayoría de los niños prefiera ser el ogro caníbal antes que ser Pulgarcito, o elijan ser el príncipe o el rey poderoso y cruel. La desgracia es que las niñas casi siempre quieren ser princesas. La adversidad, el sexismo, la ignominia y la crueldad son aspectos esenciales de los cuentos infantiles.

Los hermanos Grimm y otros cuentistas como Hans Christian Andersen o su gran explotador, Walt Disney, reivindican dulcemente casi todas las formas de violencia y discriminación.

Gracias a los cuentos infantiles, las niñas del mundo creen que los leñadores están siempre cerca para rescatarlas del mal, que los príncipes las salvarán de la muerte y del sueño eterno con un beso y que los sapos se convertirán en galanes, siempre y cuando ellas jueguen a ser bobaliconas e indefensas.

Para los niños es igual de brutal: crecer con el estigma de vencedores y de héroes violentos, dominantes y asesinos. Ellos van por la vida invadidos por la frustración de no haber cumplido con el paradigma de defiende-caperucitas y despierta-princesas.

Ambos, niños y niñas, reciben el mensaje de que las mujeres -en su mayoría- son malas, brujas crueles, hadas traidoras, madres abandonadoras, madrastras explotadoras, o libertinas peligrosas.

Si analizáramos fríamente algunas historias clásicas, la síntesis sería algo así como:


  • La bella durmiente: suegra ogresa que quiere destruir a la nuera.

  • Pulgarcito: el ogro mete en una habitación a niños con gorrtios y a sus propias niñas con coronas para distinguirlos cuando vaya a comérselos. Pulgarcito intercambia gorros por coronas y el ogro engulle a sus hijas.

  • Las zapatillas rojas: la niña a quien su verdugo corta los pies bailarines por reclamar libertad.

  • Piel de asno: La historia de un padre incestuoso

  • La bellas y la bestia: ejemplo de trata de mujeres.

  • Blanca Nieves y los siete enanos: misoginia y esclavitud doméstica.

  • Barba azul: tratado de violencia de género, precursor de los asesinos de Ciudad Juárez.

  • Cenicienta: explotación laboral y odio entre mujeres, hasta que un hombre salva a la protagonista de las otras y de sí misma.

  • Rapunzel: bruja tratante que compra a una niña para encerrarla en una torre (con una ambigua relación amor-odio)y luego deja ciego al príncipe que intenta rescatarla.



La mayoría de los adultos actuales hemos crecido con estas historias en apariencia inofensivas, pero que en el fondo nos transmiten un mensaje: que la violencia es normal y que el abuso en contra de niños y niñas también.

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